Me cuidan mis hermanas
- Diana Quintero
- 8 mar 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 9 mar 2023

Estoy preparando el desayuno y suena mi teléfono, es Teresa, la señora que vende guisados en la esquina de la casa. Escucho su voz apurada.
- Hola Tere, qué pasó?
- “Diana, no voy a llegar al puesto, ¿podrías poner un letrero que diga que no va a haber guisados hoy? Y tal vez mañana tampoco, es mi cumpleaños”
Tere es un mujer fuerte, mamá de tres, una de las hijas de doña Otilia; son una familia de mujeres recias y me costó un poquito más de un año que me regresaran los buenos días, que no me dieran precios de “güera” y me hicieran mis chiles capeados rellenos de quesillo en vez de carne. Ahora me consienten y andan atentas de mis ires y venires.
Me gusta sentarme en el banquito junto a Doña Oti y escuchar sus historias mientras reparten los guisados y la tortilla hecha a mano; les da curiosidad lo que hago aquí porque no tengo marido, ni hijos ni familia en Oaxaca:
¿Y luego, quien te cuida? Me pregunta Doña Oti
- Yo me cuido sola, le respondo, y Uva la dragona. Se ríen e intercambian miradas. Lo pienso mejor y continúo:
- Me cuidan mi hermanas, Oti. Y yo las cuido a ellas, aunque andemos lejos, estamos siempre pendientes. Asienten positivamente, se sienten más tranquilas con esta respuesta.
Hace tiempo me dejaron de hacer preguntas y ahora reímos mucho con las historias y los chismes que a veces completan otras señoras que también son clientas. Nos vamos conociendo y ahora soy yo la que les hace preguntas: las cuestiono sobre el secreto para tener matrimonios tan largos. Uy! Muuucha paciencia! se carcajean.
Poco a poco van surgiendo las historias de sus familias y mi corazón se hunde hasta el suelo con cada relato de violencia intrafamiliar que inevitablemente surge de ella o ella o ella. Me sorprende la honestidad y apertura con que me lo comparten, hasta que comprendo que se debe al nivel de “normalización” y aceptación del hecho de que en un matrimonio hay violencia: viene con el paquete, así lo vieron también de niñas con sus madres y sus abuelas.
Sólo una de ellas está divorciada; ella pudo porque no tiene hijos, las demás se tuvieron que quedar por l@s niñ@s. Me explican que no todo es tan malo, lo qué pasa es que cuando ellos toman, entonces “hacen el feo” y llegan queriendo destruir todo lo que hay en el camino, luego se les pasa. Una tiene que hacerse recia, pero ellos son más fuertes.
- "Cuando mi hijo el mayor creció a ser más alto que su papá, se acabaron las golpizas porque él me defendía, pero los engaños, eso es otra historia (...)"
Es peor salirse de ahí y estar aislada de la familia o ser señalada por la sociedad como una mala mujer que abandonó a sus hij@s, aunque sean ellas quienes procuran todo el cuidado del hogar y la familia, hoy en día también económicamente, pues ya con un sueldito no hay que alcance, hay que hacerlo todo.
Me quedo conmovida por semanas tras esta plática de señoras. Pienso en todas las generaciones de hombres y mujeres que viven la violencia intrafamiliar como algo común, aceptado y replicado como la vida normal en familia. Reflexiono sobre las violencias de las que nunca tomé consciencia en mi propia familia, las violencias que ¨sin querer¨ yo también acepto y replico conmigo misma y con l@s demás.
Vuelvo a sentirme inmensamente privilegiada por haber crecido en un entorno que me permitió absoluta libertad para imaginar y crear mi vida como la he querido. Me siento muy afortunada por haber recibido la expresión de la ternura y el cariño como un arma de resistencia contra la violencia imperante en nuestro mundo; sobre todo porque la imagen de las mujeres en mi familia siempre fue una de RED, donde el apoyo y cuidado de unas a otras es indispensable para la supervivencia.
Pienso que en estos tiempos pandémicos tan llenos de aislamiento y violencias nuevas, es imprescindible poner más atención y reparar los agujeros en nuestra redes afectivas, preguntando, checando, amamachando. Es de suma importancia tomarse un minuto para preguntarnos unas a otras desde el corazón, ¿cómo estás? ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Llegaste bien a casa? Escuchar.
Es vital regresar a la acción del cuidado mutuo, a reconectar con la ternura de nuestro ser femenino para tener el alma abierta y el abrazo listo, para ayudarnos a poner fin a las violencias propias y ajenas aunque sea de a poquitos, operación hormiga, sin juzgarnos unas a otras en nuestras acciones y decisiones diarias, apoyándonos, siendo escalón para salir juntas del atolladero, vivas, dignas, fuertes y orgullosas.
Hoy vuelvo a agradecer a cada una de mis amigas, hermanas y maestras; atesoro cada uno de los momentos en los que me cuidaron o me enseñaron a cuidarme, porque eso me guía y me da fuerza para continuar mi camino también atenta, librando peligros y violencias.
Creo firmemente que su creatividad y el amor de su cuidado ha sido lo que convirtió mis vulnerabilidades en pista de vuelo y el canto de su aliento, en viento bajo mis alas. Hoy y mañana, volemos juntas sin temor, hermanas, para así seguir siendo nidos, protección y cielo eterno.
Gracias ayer, gracias hoy, gracias mañana.


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